Se tarda exactamente lo mismo en preparar una receta despacio que deprisa. Pero si lo hacemos deprisa manchamos más y nos sale peor. Yo siempre pongo todos los ingredientes en unos cuenquecitos de IKEA, como hacen en los programas de Canal Cocina, parece a priori que da más trabajo, pero lo ahorra.
Preparar la masa de galletas tiene una ventaja importante respecto a la decoración de las mismas, cuando los niños ayudan, ayudan, porque te hacen el trabajo mucho más divertido, no ocurre lo mismo cuando se lanzan manga pastelera en mano sobre ti con el grito de guerra «¡Mami ayuda! ¡Mami ayuda!»
Hasta no hace mucho usábamos otra receta, muy parecida, porque todas lo son, pero no ésta. Pero tras una conversación en el Rincón de Bea, me propuse mejorar la receta. Y tras varias pruebas el resultado es éste:
Esta receta es la misma que uso sustituyendo el aroma de violetas por vainilla cuando hago galletas. Pero quiero aclarar que esta es así de blanca por varios motivos:
– El toque de vainilla, sólo necesita eso, un toque de vainilla, se lo aporta el azúcar vainillado que como todo sabéis es de color blanco.
– Sólo lleva un huevo.
– El aroma de violetas es transparente
– Porque está horneada en dos fases.
– Y porque he tomado la fotografía con la luz adecuada, con otra luz sería más dorada, como se ve en esta foto:
Aclarado esto volvamos a los cuenquecitos y veamos qué necesitamos poner en cada uno de ellos.
– Entre 150 y 175 gramos de azúcar glas. 150 si le vamos poner mucha glasa por encima. Y 175 si no le vamos a poner mucha. Mucha gente añade harina, para conseguir que las galletas no se deformen en el horno, pero resultan más secas y harinosas, claro. Rebajar el azúcar consigue el mismo efecto y no perjudica el sabor, ni la textura, es más, equilibra la galleta.
– 400 gramos de harina de repostería de una marca que sea bastante blanca. Bien tamizadita.
– 225 gramos de mantequilla a temperatura ambiente. Esto es una barra menos un trocito. Por algún extraño motivo no hay forma de cuadrar la receta si le echamos la barra entera.
– Un par cucharaditas de azúcar vainillado.
– Una cucharadita de sal.
– Una cucharadita de aroma de violetas.
Yo preparo la masa con la thermo, pero si alguien quiere regalarme una Kitchen Aid, la acepto y reescribo esta entrada.
Pongo la mantequilla, el azúcar, la sal, el azúcar vainillado en el vaso y mezclo, sólo mezclar para no añadir aire a los ingredientes. Añado el huevo y el aroma de violetas y vuelto a mezclar. Cuando tengo una especie de crema uniforme, añado la harina en dos o tres veces. Saco del vaso y amaso un rato.
Y aunque siempre tengo la tentación de hacerlo, no estiro la masa, la meto en la nevera y espero a que este fría y la estiro después, con gran esfuerzo, entre dos hojas de papel de horno. Y vuelta a la nevera. Pasadas al menos 4 o 5 horas corto las galletas y a la nevera otro rato.
Enciendo el horno, lo pongo a 200 grados, espero 10 minutos, lo bajo a 190, meto las galletas, bien separadas y no demasiado cerca de los bordes de la bandeja. Las horneo unos 7 minutos, las saco justo antes de que los bordes empiecen a dorarse. Y repito la operación con todas las galletas.
Hasta aquí todo normal, hemos conseguido un montón de galletas muy blancas y para que engañarnos, un poco crudas, para las fotos muy bien, pero para comérselas, no tanto.
Apagamos el horno, esperamos un poco, y metemos todas las galletas, en dos bandejas, ya no importa que estén cerca las unas de las otras. El horno, repito caliente, pero apagado. Las dejamos dentro unos 20 minutos.
¡Y voila! ¡MAGIA! Se ponen crujientitas pero siguen blancas, moradas, naranjas o verdes…
No os voy a engañar, no es fácil obtener buenos resultados a la primera, hay que conocer muy bien tu horno y estar muy pendiente de él.
En la próxima entrada os daré algún consejo más para obtener colores rutilantes para vuestras galletas.
Un beso,
Miriam G.