Este sábado hemos estado en un cumpleaños infantil. La celebración estaba alejada de bolas y ruidos infernales y entusiasmó a los niños: naturaleza y juegos. Para los que viváis en Málaga y tengáis hijos que no hayan nacido en invierno, sin duda os lo recomiendo: el Jardín Botánico – Histórico La Concepción.
La homenajeada cumplía siete añitos ya, ¡Dios mío que rápido crecen! ¿Qué les gusta a las niñas de esa edad? Yo debería saberlo porque Candela tiene esa edad, pero me costó decidirme. Si el fin de semana fue un yate, éste iba a ser un barco pirata y todo su contenido.
Éstas son las primeras galletas (bueno, las segundas porque a las primeras no les hicimos fotos) que hacemos imprimiendo sobre papel de azúcar. Hemos hecho muchas, como las del bautizo de la ahijada de mi marido, o los bubbles guppies de Estibaliz encargando obleas (papel de arroz) en una confitería. La pregunta lógica es ¿cómo os dio por hacer galletas con esta técnica? Y no seré yo la que os cuente lo que cuesta hacer un escudo del Málaga con glasa. Se puede disponer de tiempo infinito, de un Kopycake (que no es nuestro caso), y tener la pericia de Estíbaliz y aún así fracasar. Te puede quedar hasta chulo el escudo, pero cuando el niño al que va destinado lo ve, te dice alto y claro: “¡No es igual!” Y su madre se sonroja y te dice: “pero si esta chulísimo”, y el niño repite, “¡no es igual!” Y el niño tiene más razón que un santo. Y si tienes que hacer 80 ya empieza a sonar la musiquilla de Misión Imposible: tantantam tanatan tam…
Encontramos una confitería que imprimía lo que le llevásemos. Bastaba con preparar un JPG del tamaño de un A4, un poco de photoshop y listo. Pero esa confitería y todos los demás sitios donde preguntamos, y somos de mucho preguntar, sólo imprimían en papel de arroz. Y el papel de arroz sabe “papeloso”, y es duro como un demonio y los bordes son más rebeldes que el remolino de pelo de mi hija y siempre se acaban curvando hacia arriba. Y no brilla nada, y si le cae una gota de agua se deshace. Y me diréis: “pues píntalo con gelatina de manzana”, pero luego ¿cómo lo metes en su bolsita de celofán?
Finalmente, no hemos podido resistirnos y, como en esto de las galletas nos hemos metido para perder dinero, nos hemos comprado una impresora de tinta comestible y una cajita de papel de azúcar que es casi más cara que la impresora. Exagero, pero cara es. La calidad de impresión es mucho mejor sobre esta masa de azúcar que huele como el fondant de petinicce, que casi no aporta sabor y no cambia para nada la textura de la galleta, y que es blanca, no grisácea como el papel de arroz. Las galletas tienen un acabado muy superior.
En la foto no se aprecia muy bien, pero la diferencia entre una y otra es notable.
Con eso y un poquito más de photoshop se puede hacer prácticamente cualquier cosa.
Suspiramos por las cajas de Selfpackaging, pero mientras tanto, nos conformamos con lo que encontramos.
Un beso, Miriam G.