¡La vuelta al cole!

No me gusta forrar libros: ¡No tengo paciencia! Y dicho esto, debería poneros las fotos de las galletas de la vuelta al cole y listo. Ni siquiera pensaba escribir una entrada sobre estas galletas. Son facilonas. Galletitas iguales de vainilla, textura de escritura para la glasa y tiempo, mucho tiempo por delante. ¡Ya está!

Pero para mi sorpresa todo el mundo me ha preguntado que cómo me las he arreglado para hacer todas las galletitas igualitas. Pues con mi receta de siempre, y jugando adecuadamente la baza del frio.

Hasta que comenzamos con los talleres on-line, si no contamos las clases de matemáticas que di en la adolescencia, ni que he enseñado a tirarse de cabeza a todos los niños de mi urbanización, la única experiencia docente con la que contaba era una asignatura de programación en Pascal en una escuela de ingeniería. Por eso, no me podía imaginar la felicidad que me produce ver galletas como estas que ha hecho Mari Carmen de Quiero Magdalenas para los ejercicios del taller. ¡Idénticas, redondísimas, blanquísimas! Encajan unas sobre otras como si fueran monedas.

No sabemos qué vuelta al cole nos hace más felices,  la nuestra como profesoras o la de nuestros hijos como alumnos ;-).

Un beso, Miriam G.

¡Un rayo de sol, uoh-oh-oh!

Aprieta el calor ¿eh? Y hoy encima has aparcado el coche al solecito y te has jugado el tipo conduciendo porque la única manera de mover el volante ha sido con las yemas de los dedos. Ya estás en casa, si cierras las ventanas, malo y si las abres, peor. El aire acondicionado nunca está cuando se le necesita.  Siempre te acompañan ese par de gotillas de sudor que te hacen cosquillas al bajar lentamente por la sien. Te duchas y nada más secarte, vuelves a estar sudando. Te acuestas y te preguntas cuándo se volvieron pegajosas las sábanas de la cama. Sueñas con que es Navidad y que hace frío.

Sí, amigo lector, así pasamos el verano, al menos por aquí abajo en Málaga. Menos mal que tenemos cerca la playa. En mi caso llevo viviendo en Málaga desde que nací (ya va para casi cuatro décadas) y hace cuestión de un par de semanas que me enteré de un curioso fenómeno que sucede en la playa de la Misericordia, dentro de la capital. Fuimos por la tarde con unos vecinos y toda una legión de niños. Hicimos un gran despliegue de sombrillas, velador, neveras y sillas de playa. Y los niños hicieron lo propio en la orilla con sus cubitos y palas.

Apenas hacía viento y el agua estaba tranquila.

De pronto, hubo un revuelo de padres e hijos recogiendo a toda prisa los cubitos y las palas. «Son las 7″, me dice mi vecino Manolo.»Ajá», digo sin comprender.»Cuando llega ‘El melillero’ sube la marea y se lleva todo lo que hay en la orilla», me aclara. Nada más recoger los cacharritos de los niños me doy cuenta de que, dentro del agua, hay esperando una hilera de gente con sus tablas de surf o similares todas de espaldas a la orilla, mirando a levante. Miro hacia el puerto y veo que efectivamente está atracando el «Melillero», ese barco que hace la ruta entre Málaga y Melilla.

Por fin se desvela el misterio porque en el mar, que estaba en calma, empiezan a formarse una serie de olas (conté unas diez) de la altura justa para darte unos cuantos viajes encima de tu tabla de surf. ¡Y cómo mola!

 Estar cerca de un horno encendido tampoco ayuda a estar fresquito, pero las que estamos infectadas por el virus «galletorum decoratus» no nos importa arrimarnos porque la recompensa merece la pena. Por cierto, si alguna vez tenéis que hornear galletas con algún tipo de extremo que sobresalga, como por ejemplo estos «helados», si queréis que no se os tueste excesivamente el «palo» debéis hornearlas de la siguiente manera:

También debéis cortar la masa de 1 cm de grosor para minimizar las roturas.

Cómo echo de menos el invierno.

Un beso,

Estíbaliz

¿Aguja o manga?

Ése ha sido el dilema. Escribo estas líneas casi casi cuando la Feria de Málaga está a punto de terminar. Hace justo un año se me metió en la cabeza hacer peinetas con glasa, lo mismo que hacerle un traje de gitana a mi niña al «estilo Marisol», así que cuando me dieron vacaciones el 1 de agosto desempolvé la máquina de coser y empecé a cortar la tela del traje. La feria ha empezado este año el 11 de agosto, inusualmente pronto, por tanto, había que darse (bastante) prisa. Y, como no podía quitarme de la cabeza las peinetas, empecé a buscar modelos donde inspirarme y encontré esta web donde hay unas cosas monísimas. De aquí saqué los modelos de las peinetas de glasa:

También encontré inspiración para los pendientes a juego:

Para el mantoncillo y el collar no hacía falta inspiración alguna 😉

Después de darle mil vueltas para ver qué flor era la que iba a ir en el conjunto, terminé haciendo sendos claveles con la técnica «brush embroidery»:

Bueno, todo esto entre puntada y puntada, de día con la manga y de noche con la aguja. Para las fotos no tenía claro qué usar como «props», así que me acordé de Gemma y puse al fondo una botellita de Cartojal de aquí de la tierra para acompañar.

Por cierto, terminé el traje justo a tiempo, ya me puedo morir en paz…

Un beso,

Estíbaliz

¡Refréscate!

«¡Ojú, qué caló!» suele ser una de las frases habituales de mis paisanos malagueños cuando aprieta la canícula. Para refrescarnos por dentro os traigo una receta totalmente «novedosa»: yogur. «¿Y esto a que viene ahora, quillo?» Pues que Germán ya no quiere tomar más leche y, teniendo en cuenta que cuando escribo estas líneas tiene 6 años, hay que buscar alternativas necesariamente. Si una compara los nutrientes de la leche de vaca y los de los yogures habituales con los que traía la leche de crecimiento que se ha estado tomando hasta ahora, son más bien escasos, así que para que se los siga tomando (y yo me quede más tranquila) se lo transformo en yogur 🙂

Para los que no lo sepáis, los ingredientes que se necesitan son:

– Un litro de leche

– Un yogur blanco

– Azúcar al gusto

Y opcionalmente, ya que con esto de las galletas tengo un arsenal de colorantes y aromas, unas gotitas de cada para variar un poco la cosa. «¿Colorante y aromas?» ¿Por qué no? Si te fijas en la etiqueta de los yogures es lo que pone. Pues eso.

Como sabréis, el yogur es leche fermentada por unas bacterias (en este caso beneficiosas) y para que las bacterias se reproduzcan, no hay nada mejor que el calor. Para conseguirlo, calentaremos en un cazo el litro de leche con el yogur y el azúcar (y el aroma y el colorante si decidimos usarlos). No esperamos que hierva, ni siquiera que esté a punto de ebullición, con que esté calentito es suficiente, sin que llegue a quemar. Lo apartamos del fuego y reservamos durante 8 horas tapado con papel de aluminio y a su vez con un paño de cocina y esperamos a que nuestras amiguitas se multipliquen. A las 8 horas tendremos un bonito litro de delicioso yogur, más bien líquido, que nadie espere que se queda como los que vienen en los packs de yogures envasados.

Y para refrescarnos por fuera os dejo unas galletas con forma de abanico:

Un beso,

Estíbaliz