Cómo hacer galletas con aire vintage en un plis plas

Hacer estas galletas es sencillísimo. La única complicación, si es que se le puede llamar así, es conseguir los transfers de chocolate. Los que hemos utilizado son de la casita dulce de las flores.

El transfer se aplica sobre chocolate fundido que al solidificarse arranca el dibujo de la lamina donde esta colocado. Mirad este video:

Pero entonces ¿cómo lo aplicamos sobre la glasa? ¿Utilizando la extorsión? Casi, casi. Lo más importante es que la glasa no sucumba a la presión. Como ya hemos explicado en función de la proporción de proteína y azúcar la glasa será más o menos resistente. Cuanto más azúcar lleve, más fácil es que al presionarla se deshaga. Una vez que sabemos que la glasa aguantará, ponemos los transfer sobra la tapa de una cacerola con agua hirviendo durante unos minutos para que tomen algo de calor, no estamos completamente seguras de que este paso sea necesario, pero suponemos que algo ayuda.

A continuación lo aplicamos sobre la galleta en plan “rasca y gana”, teniendo cuidado de que no se mueva, y ya está. Sí, nada más.

Una tarta de cine (súper rápida)

Estíbaliz al aparato. Hace unos días fue el cumple de mi maridín (yo no usaba este término, pero desde que conozco a Miriam, mi vocabulario y mis conocimientos se han ampliado considerablemente) y no tenía ni idea cómo hacerle la tarta, así que Miriam me sugirió que se la hiciera con una temática de cine porque es un loco del cine (¿¿¿cómo no se me ocurrió a mí???). Así que me busqué una buena foto de Charlton Heston, su actor favorito (dice que si fuera mujer estaría enamorada de él) y la imprimí en pasta de azúcar.

Para el bizcocho, busqué «vanilla cake» en Google y me salió una receta de Sweetapolita,el fluffy vanilla cake, un bizcocho muy esponjoso (como indica su nombre).

El relleno era un praliné de avellanas de Puratos, el cual tiene varias utilidades: puede extenderse o también puede comerse a cucharadas fácilmente.

Para el frosting, usé la maravillosa nata vegetal de La casita dulce de las flores que se monta sólo con sólo mirarla y, como a mi marido le gusta la moka, le eché una cucharadita de café soluble descafeinado (por aquello de que iban a comer los niños) disuelta en un poco de agua. También le añadí unas gotas de aroma de avellanas.

Ahora venía el dilema: fondant o no fondant. Y me daba una pereza usar el fondant…amasarlo, estirarlo, colocarlo, recortarlo, todo acabado en «arlo». Menos mal que Miriam me hizo comprarme la boquilla 1M de Wilton, así que ¡sin fondant! Y decoré la tarta en «cerocoma». Y aquí veis el resultado, es impresionante (nunca mejor dicho) la calidad de las imágenes en  pasta de azúcar:

Y Charlton fue muy amable al sujetar la vela para que la soplara el cumpleañero:

Un beso,

Estíbaliz

¡Feliz Navidad! (Sí, el gorro les queda grande)

Las galletas de jengibre son deliciosas, sin embargo sólo las hago una vez año ¿Por qué motivo? Por dos motivos, motivo número uno, me las como sin control, motivo número dos, son un poco folloneras.

La receta que utilizo es una adaptación malagueña de la receta inglesa de la suegra de una amiga mía. Dobla y triplica estupendamente, sobre todo si no sois de esas personas que necesitan gastar los  250 gramos de la barra de mantequilla de golpe.

Ingredientes:

  • 150 gr de mantequilla
  • 100 gramos de azúcar blanquilla
  • 50 gramos de azúcar moreno
  • 1 cucharadita de jengibre en polvo
  • 2 cucharaditas de canela en polvo
  • 1 cucharada de pimienta rosa sin moler
  • ½ cucharadita de sal
  • 1 huevo de corral
  • 300-350 gr de harina

Vamos con la preparación. Se muelen los dos tipos de azúcar junto con las especias y la sal, en la thermo, en un molinillo o en lo que tengamos a mano.  Esta mezcla de especias es la que me gusta a mí, y no lleva algo de cayena por las niñas que si no la llevaría, pero podéis probar a ponerle clavo, nuez moscada, pimienta blanca… Le va muy bien la ralladura de naranja.  A mí me gustan suaves de jengibre y con un marcado gusto a canela.

A esta mezcla tan olorosa le añadimos la mantequilla y batimos hasta conseguir la consistencia de una crema: ¡Probadla! Está deliciosa, dan ganas de no seguir con la receta y untarla en un poco de pan caliente. Añadimos el huevo y la miel de caña, volvemos a batir hasta que se integren y finalmente la harina en dos veces. Ahora somos dueños de una masa pegajosa e intratable (¿o ella es dueña de nosotros?), la metemos en el frigorífico durante una hora para que le mejore el carácter. La sacamos, la estiramos entre dos papeles de horno y la volvemos a enfriar.  Y ya, como siempre, cortamos las galletas, las volvemos a enfriar y al horno. Unos diez u once minutos. Éstas me han dado un pelín más de trabajo porque se nos antojó ponerles gorritos de Papa Noel.

Las decoramos entre las tres, miento, las decoramos entre Candela (7 años) y yo (41 años). María nos dejo hacer porque le dejamos que redecorase el suelo de la cocina con todas mis “curcurinas”, es un hecho, mi paga extra la destinaré a reponer mi valioso arsenal de disco dust, y me diréis «pero, si apenas los usas», cierto, pero necesito tenerlos. Y yo por lo menos los estreno, Estíbaliz ni eso.

Al final de la jornada dejé que cada una de ellas decorase sola  una galleta. Éste fue el resultado:

Las manos de estas niñas prometen.

¡Feliz Navidad!
Y un beso, Miriam G.