Probablemente la peor tarta que se haya hecho nunca…

…estéticamente hablando porque, como podéis ver, estoy a años luz de dominar la manga pastelera y de hacer un layer cake decente. Pero no me importa, porque donde concentré todas mis energías fue en el sabor de la tarta. Como soy mujer de ideas fijas, me he quedado prendada de la receta para cupcakes de vainilla de Magnolia Bakery y la he vuelto a utilizar, pero en vez de repartir la masa en 30 cápsulas, la repartí en 2 moldes de 20 cms de diámetro y la tuve 45 minutos aproximadamente en el horno sin aire a 170 grados.

Para la cobertura pensé en algo que tuviera a mano y que fuera lo más natural posible y, por supuesto, que aguantara el calor, que en Málaga no es poco. Así que pensé en hacer un swiss meringue buttercream (SMB) en Thermomix y, lo mejor de todo, con albúmina deshidratada. Ya que tenemos nuestro bote de albúmina Sosa para hacer glasa, ¿por qué no aprovecharlo para hacer merengue? Me fui de cabeza al blog de Sweetapolita a buscar su receta de SMB. Utilicé la mitad de las cantidades que indica porque utilizar 16 claras de huevo me pareció un poco excesivo y no iba a caber todo en la Thermomix. Como vamos a utilizar albúmina tenemos que partir de esta proporción:

4 gr de albúmina + 30 gr de agua= una clara de huevo

Por tanto, si queremos obtener 8 claras, necesitamos 32 gr de albúmina y 240 gramos de agua.

Ojo: estas cantidades están pesadas con un peso digital doméstico, puede haber variaciones con respecto a lo que pese en otros pesos domésticos

Bueno, no os mareo más con números y os pongo los ingredientes del SMB:

– 32 gramos de albúmina o su equivalente en cucharas medidoras: 5 tablespoons y 1 teaspoon

– 240 gramos de agua

– 560 gramos de mantequilla cortada en cubitos que esté blandita al tacto, pero que siga estando fría

– 2 tazas de azúcar  ó 450 gr.

– Cremor tártaro

Preparación:

Es muy importante que tanto los recipientes como los utensilios que entren en contacto con lo que serán claras estén completamente libres de grasa, y eso incluye también el vaso de la Thermomix, tapa, mariposa, cubilete y espátula. Si el algún momento del proceso las claras entran en contacto con algo de grasa, nunca veremos el merengue montado.

El día anterior ponemos a hidratar la albúmina en el agua para obtener las claras. Una vez reconstituidas las claras, las echamos en el vaso, que tendrá ya la mariposa puesta, después el azúcar y un poquitín de cremor tártaro. Batimos a velocidad 3 y media, durante 8 minutos (8 claras) y a 60º de temperatura. Cuando acabe debemos tener algo así:

Ahora, metemos el merengue en el frigo hasta que se enfríe por completo. Cuando ya lo esté, es turno para añadir la mantequilla. En este paso no hay una velocidad constante, dependerá de cómo se vaya integrando la mantequilla, pero el rango está entre el 2 y medio y el 3 y medio. Te lo va pidiendo la mezcla que vamos obteniendo. Eso sí, partimos del 2 y medio y vamos incorporando los cubitos de mantequilla de uno en uno por el bocal. Llegará un momento de pánico en el que veamos que se ha cortado la mezcla pero, creedme, hay que seguir adelante, en este momento pasamos a velocidad 3 y media para darle un empujoncito a la mezcla que terminará pareciéndose a esto:

Le añadimos un chorrito del aroma que nos guste y un poquitín de colorante, batimos un poco más y obtenemos esta preciosidad:

Me sorprendió gratamente lo bien que aguanta este SMB el calor, y ha pasado una prueba bastante dura porque hablamos del calor de Málaga en pleno verano :). Cuando lleva un rato a temperatura ambiente no se viene abajo, sólo se pone un poco más brillante pero aguanta el tipo:

Por último os dejo una foto de lo que me ha traído de Nueva York mi cuñado Ángel. Para él será un detallito, pero yo me quedé con la boca abierta, porque me ha encantado y porque no puedo creer que, sin él saber nada, haya habido tanta casualidad:

 Habrá que hacer otra tarta para estrenarla 😉

Un beso,

Estíbaliz

 

¡Un rayo de sol, uoh-oh-oh!

Aprieta el calor ¿eh? Y hoy encima has aparcado el coche al solecito y te has jugado el tipo conduciendo porque la única manera de mover el volante ha sido con las yemas de los dedos. Ya estás en casa, si cierras las ventanas, malo y si las abres, peor. El aire acondicionado nunca está cuando se le necesita.  Siempre te acompañan ese par de gotillas de sudor que te hacen cosquillas al bajar lentamente por la sien. Te duchas y nada más secarte, vuelves a estar sudando. Te acuestas y te preguntas cuándo se volvieron pegajosas las sábanas de la cama. Sueñas con que es Navidad y que hace frío.

Sí, amigo lector, así pasamos el verano, al menos por aquí abajo en Málaga. Menos mal que tenemos cerca la playa. En mi caso llevo viviendo en Málaga desde que nací (ya va para casi cuatro décadas) y hace cuestión de un par de semanas que me enteré de un curioso fenómeno que sucede en la playa de la Misericordia, dentro de la capital. Fuimos por la tarde con unos vecinos y toda una legión de niños. Hicimos un gran despliegue de sombrillas, velador, neveras y sillas de playa. Y los niños hicieron lo propio en la orilla con sus cubitos y palas.

Apenas hacía viento y el agua estaba tranquila.

De pronto, hubo un revuelo de padres e hijos recogiendo a toda prisa los cubitos y las palas. «Son las 7″, me dice mi vecino Manolo.»Ajá», digo sin comprender.»Cuando llega ‘El melillero’ sube la marea y se lleva todo lo que hay en la orilla», me aclara. Nada más recoger los cacharritos de los niños me doy cuenta de que, dentro del agua, hay esperando una hilera de gente con sus tablas de surf o similares todas de espaldas a la orilla, mirando a levante. Miro hacia el puerto y veo que efectivamente está atracando el «Melillero», ese barco que hace la ruta entre Málaga y Melilla.

Por fin se desvela el misterio porque en el mar, que estaba en calma, empiezan a formarse una serie de olas (conté unas diez) de la altura justa para darte unos cuantos viajes encima de tu tabla de surf. ¡Y cómo mola!

 Estar cerca de un horno encendido tampoco ayuda a estar fresquito, pero las que estamos infectadas por el virus «galletorum decoratus» no nos importa arrimarnos porque la recompensa merece la pena. Por cierto, si alguna vez tenéis que hornear galletas con algún tipo de extremo que sobresalga, como por ejemplo estos «helados», si queréis que no se os tueste excesivamente el «palo» debéis hornearlas de la siguiente manera:

También debéis cortar la masa de 1 cm de grosor para minimizar las roturas.

Cómo echo de menos el invierno.

Un beso,

Estíbaliz

¿Aguja o manga?

Ése ha sido el dilema. Escribo estas líneas casi casi cuando la Feria de Málaga está a punto de terminar. Hace justo un año se me metió en la cabeza hacer peinetas con glasa, lo mismo que hacerle un traje de gitana a mi niña al «estilo Marisol», así que cuando me dieron vacaciones el 1 de agosto desempolvé la máquina de coser y empecé a cortar la tela del traje. La feria ha empezado este año el 11 de agosto, inusualmente pronto, por tanto, había que darse (bastante) prisa. Y, como no podía quitarme de la cabeza las peinetas, empecé a buscar modelos donde inspirarme y encontré esta web donde hay unas cosas monísimas. De aquí saqué los modelos de las peinetas de glasa:

También encontré inspiración para los pendientes a juego:

Para el mantoncillo y el collar no hacía falta inspiración alguna 😉

Después de darle mil vueltas para ver qué flor era la que iba a ir en el conjunto, terminé haciendo sendos claveles con la técnica «brush embroidery»:

Bueno, todo esto entre puntada y puntada, de día con la manga y de noche con la aguja. Para las fotos no tenía claro qué usar como «props», así que me acordé de Gemma y puse al fondo una botellita de Cartojal de aquí de la tierra para acompañar.

Por cierto, terminé el traje justo a tiempo, ya me puedo morir en paz…

Un beso,

Estíbaliz

¡Refréscate!

«¡Ojú, qué caló!» suele ser una de las frases habituales de mis paisanos malagueños cuando aprieta la canícula. Para refrescarnos por dentro os traigo una receta totalmente «novedosa»: yogur. «¿Y esto a que viene ahora, quillo?» Pues que Germán ya no quiere tomar más leche y, teniendo en cuenta que cuando escribo estas líneas tiene 6 años, hay que buscar alternativas necesariamente. Si una compara los nutrientes de la leche de vaca y los de los yogures habituales con los que traía la leche de crecimiento que se ha estado tomando hasta ahora, son más bien escasos, así que para que se los siga tomando (y yo me quede más tranquila) se lo transformo en yogur 🙂

Para los que no lo sepáis, los ingredientes que se necesitan son:

– Un litro de leche

– Un yogur blanco

– Azúcar al gusto

Y opcionalmente, ya que con esto de las galletas tengo un arsenal de colorantes y aromas, unas gotitas de cada para variar un poco la cosa. «¿Colorante y aromas?» ¿Por qué no? Si te fijas en la etiqueta de los yogures es lo que pone. Pues eso.

Como sabréis, el yogur es leche fermentada por unas bacterias (en este caso beneficiosas) y para que las bacterias se reproduzcan, no hay nada mejor que el calor. Para conseguirlo, calentaremos en un cazo el litro de leche con el yogur y el azúcar (y el aroma y el colorante si decidimos usarlos). No esperamos que hierva, ni siquiera que esté a punto de ebullición, con que esté calentito es suficiente, sin que llegue a quemar. Lo apartamos del fuego y reservamos durante 8 horas tapado con papel de aluminio y a su vez con un paño de cocina y esperamos a que nuestras amiguitas se multipliquen. A las 8 horas tendremos un bonito litro de delicioso yogur, más bien líquido, que nadie espere que se queda como los que vienen en los packs de yogures envasados.

Y para refrescarnos por fuera os dejo unas galletas con forma de abanico:

Un beso,

Estíbaliz